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Sobre los crestones calizos que se yerguen a ambos lados del estuario crece el encinar cantábrico, un bosque enmarañado cuyos árboles permanecen siempre verdes. Este peculiar ecosistema mantiene reductos aislados a lo largo de la Cornisa Cantábrica, testigos relícticos de épocas remotas en las que el clima era más cálido y seco y el encinar cubría la región. Hoy mantiene su presencia en el paisaje relegado a los suelos más xéricos del territorio de Urdaibai, que son por regla general litosuelos sobre calizas compactas, a menudo cársticas o en pendientes inclinadas, siempre en substratos con muy poca capacidad de almacenar y retener el agua. Ello hace que, por más que llueva, el agua que cae percola rápidamente hacia las capas profundas del suelo o avena veloz hacia la red superficial de drenaje.

Este tipo de bosque esta integrado por árboles y arbustos dotados de hojas perennes y coriáceas, cubiertas de cutículas duras y prácticamente carentes de estomas para evitar la transpiración. Disponen así mismo de potentes raíces capaces de fijarse a las ranuras de la roca. Por todo ello el encinar cantábrico posee una gran importancia tanto biogeográfica como ecológica, dada su exclusiva capacidad para colonizar y estabilizar roquedos inhóspitos, además de albergar fauna y flora especialmente adaptadas y peculiares de dicho hábitat.

Perspectiva de una parte del encinar desde la cima del monte Atxarre.
Perspectiva de una parte del encinar desde
la cima del monte Atxarre.

Los encinares de Urdaibai abarcan una superficie total aproximada de 1.350 hectáreas. El más extenso, con alrededor de 1000 ha, se sitúa en la margen derecha, en Ereñozar, desde Arlanburu hasta el monte Atxarre, donde una forma mas compacta que llega hasta la propia rompiente en Ogoño. En la margen izquierda del valle se conservan dos áreas aisladas de encinar, sobre Muruetako Atxa y Foruko Atxa. En los últimos decenios también se ha recuperado la cubierta arbórea de las islas de Txatxarramendi y Sandindere. Todos estos enclaves se benefician en la acción atemperante del mar y su grado de insolación es el máximo para la zona. Los encinares delimitan aquí perfectamente los afloramientos de calizas orgánicas, si bien pueden prosperar sobre otros tipos de rocas carbonatadas.

El encinar cantábrico pertenece a la asociación Lauro nobilis-Quercetum ilicis y es un bosque espeso e intrincado, de no mucha altura pero de gran densidad de árboles, arbustos y de lianas que cuelgan del dosel arbóreo. Sus condiciones lumínicas son escasas, la sombra es intensa y perdura todo el año a causa del carácter siempreverde de las principales plantas que componen la masa forestal.

En las áreas de bosque de cierta edad, el dosel arbóreo esta dominado por la encina (Quercus ilex subsp. ilex). La altura estos árboles es modesta por lo general, apenas alcanza los 8 ó 10 m en los casos más crecidos, y a menudo hay una alta densidad de troncos por unidad de superficie; ello nos indica la juventud de la mayoría de las masas existentes actualmente de este tipo de bosque. Aparte de ella, apenas ninguna otra especie arbórea participa en el dosel superior del bosque; como mucho, algunos arbolillos como el laurel (Laurus nobilis) o el madroño (Arbutus unedo) llegan a hacer alguna competencia a la encina, particularmente en los claros y bordes del bosque.

Por el contrario, en el encinar cantábrico, suele haber un gran desarrollo del elemento lianoide, formado tallos que trepan por los troncos y alcanzan el dosel arbóreo. La hiedra (Hedera helix) tapiza con sus hojas los troncos de los árboles formando una densa cubierta foliar que los recubre, llegando muchas veces a alfombrar también el suelo del encinar. La otra especie importante de este elemento lianoide es la zarzaparrilla (Smilax aspera), trepadora de tallos espinosos que cuelga del entramado rameal de la arboleda. La zarzaparrilla forma una maraña difícil de atravesar, especialmente en las fases juveniles de desarrollo nemoral. Las densas copas de estos arbustos, todos ellos perennes, captan la mayor parte de la luz incidente durante todo el año, por lo que el interior del bosque es oscuro. La adaptación a la vida parásita sobre las raíces permite la supervivencia de los cuerpos rizomatosos de una planta carente de hojas, la Latharaea clandestina, frecuente en los encinares de Urdaibai y que tan sólo emite al aire libre sus flores de color morado. La presencia de esta especie, propia de suelos húmedos, delata un cierto grado de evolución edáfica, lograda sin duda por la conservación de reductos maduros en el seno del encinar.

Encina
La encina (Quercus ilex subsp. ilex) es el
árbol que da nombre a este ecosistema
forestal.

Los arbustos, en parte esclerófilos y perennes y en parte caducifolios, son frecuentemente espinosos también y contribuyen a enmarañar el ya intrincado sotobosque. En situaciones clareadas, donde la arboleda abre un claro o atenúa su densidad, los arbustos son más abundantes y constituyen formaciones más densas. El componente herbáceo, en medio de tan espesos estratos leñosos, tiene un menor desarrollo. Algunos helechos, gramíneas y otras plantas sobreviven en la oscuridad perpetua del encinar. Los arbustos son numerosos: el labiérnago negro (Phillyrea latifolia), el aladierno (Rhamnus alaternus), el rosal siempreverde (Rosa sempervirens) y el brusco (Ruscus aculeatus), conforman lo más característico de este elemento, habiendo que añadir algunas especies caducifolias y más amplias como el espino albar (Crataegus monogyna), el cornejo (Cornus sanguínea), el aligustre (Ligustrum vulgare) o el endrino (Prunus spinosa). También abunda otra trepadora o liana, la rubia (Rubia peregrina). Las hierbas son varias y entre ellas son frecuentes Asplenium onopteris, Arum italicum y Brachypodium pinnatum subsp. rupestre. Es necesario mencionar alguna localidad en las que hace su aparición alguna especie mediterránea termófila de carácter netamente reliquial y fuerte significación biogeográfica y ecológica. Se trata principalmente de las poblaciones costeras de acebuche (Olea europaea var. sylvestris) que hay en Cabo Ogoño. Muy destacable resulta también la presencia del lentisco (Pistacia lentiscus) en la isla de Txatxarramendi. Estas dos especies conforman un elemento florístico de enorme significación histórica como restos vivos de un período climático en el que la vegetación y flora mediterráneas alcanzaron los territorios costeros de la Cornisa Cantábrica trasponiendo algunos de los collados más accesibles de las montañas de la divisoria de aguas. Estas poblaciones se encuentran pegadas a la costa, donde actualmente los rigores del invierno son menos extremos.

Las etapas juveniles de los encinares cantábricos
Las etapas juveniles de los encinares
cantábricos se caracterizan por la abundancia
de trepadoras que enmarañan el bosque.

Determinadas áreas bien conservadas y con cierto grado de madurez presentan una mayor diversidad. Así por ejemplo, en las dolinas de Atxarre, Iruskieta y Burritzagane, rodeados del encinar más añoso, crecen rodales de robledal-fresneda mesofítico que aportan gran interés ecológico, donde el roble pedunculado (Quercus robur) y pubescente (Q. pubescens) y el castaño (Castanea sativa) forman galerías en el encinar junto al fresno (Fraxinus excelsior), el arce menor (Acer campestre), el abedul (Betula celtiberica), el tilo (Tilia platyphyllos) y el mostajo (Sorbus aria), entre otros. Es destacable la presencia de grupos de tejos (Taxus baccata) en ciertos enclaves del encinar en Urdaibai.

Las especies arbóreas de la mayoría de los bosques de Urdaibai, y de toda la Región Templada, se asocian con hongos formadores de ectomicorrizas. En este caso las especies fúngicas implicadas, con frecuencia, forman cuerpos fructíferos epigeos y visibles y por ello son más conocidos. Dentro de este grupo se encuentran muchos Basidiomicetos y algunos Ascomicetos, en ocasiones populares por su interés gastronómico. Los bosques de hoja caduca presentes en el territorio comparten una flora fúngica entre las que podríamos destacar especies tales como: Amanita rubescens, Amanita phalloides, Boletus erythropus, Cantharellus pallens, Russula aurea, Russula cyanoxantha, Russula vesca, Russula virescens y Tricholoma sulphureum entre otras. Todas ellas especies ectomicorrícicas, comestibles algunas como C. pallens y R. virescens o tóxicas como A. phalloides. Algunas masas, por ejemplo, Txatxarramendi, presentan árboles de bastante altura, es decir bosque más maduros y en ellos la flora fúngica encontrada ha sido especialmente interesante. Otras masas, sin embargo, son jóvenes y con abundante elemento lianoide lo que le confiera una estructura particular y menos propicia para la aparición de los macromicetos. Entre las especies fúngicas ectomicorrícicas más propias de los encinares cabe mencionar Boletus queletii, Boletus satanas, Boletus pseudoregius, Cortinarius calochrous, Cortinarius quercilicis, Cortinarius aleuriosmus, Hydnum rufescens, Hygrophorus persoonii, Hygrophorus russula, Hysterangium stoloniferum, Lactarius ilicis, Leccinum lepidum, Russula persicina, Russula vinosobrunnea y Wakefieldia macrospora, entre otros.

Las cortas y podas de encinar fueron habituales a lo largo de la historia en la zona, pero se hicieron más frecuentes a medida que escasearon los robledales. La capacidad de la encina para rebrotar de cepa permite una nueva intervención al cabo de diez o doce años después de la última. Obviamente esta operación tantas veces repetida en el pasado empobreció las áreas de bosque más accesibles y cercanas a zonas habitadas. En las fotografías de principios y mediados del siglo XX queda constancia del grado de deforestación de algunas áreas de encinar por sobreexplotación.

Russula vinosobrunnea
Russula vinosobrunnea pueden observarse
con bastante facilidad en el encinar.
(Fotos tomadas en la exposición micológica
de Ibarrangelu, 2012)
Lactarius ilicis
Lactarius ilicis pueden observarse
con bastante facilidad en el encinar.
(Fotos tomadas en la exposición micológica
de Ibarrangelu, 2012)

Además de alimentar hogares y hornos de pan en los caseríos, la madera del encinar, de gran poder calorífico era transformada en carbón vegetal en pequeñas plataformas de mampostería denominadas carboneras, construidas en el propio bosque. También abastecía esta madera los hornos de cal o caleros donde se quemaba para calentar la piedra caliza hasta sobrepasar los 820 ºC, temperatura a la cual se convierte en cal viva. Esta era el abono imprescindible para sanear y equilibrar la acidez de las tierras de cultivo.

Los aclareos del encinar conducen a un primer estadio de degradación conocido como matorral alto termoatlántico-bortal. El madroño o borto (Arbutus unedo) puede localmente llegar a dominar, constituyendo el bortal. Lo normal es que el madroño sea uno más entre los componentes de este matorral, formado por los arbustos y matas de la orla del encinar: labiérnago negro (Phillyrea latifolia), aladierno (Rhamnus alaternus), aligustre (Ligustrum vulgare), rosa siempreviva (Rosa sempervirens), zarzaparrilla (Smilax aspera), cornejo (Cornus sanguinea) y rubia (Rubia peregrina), junto a los brezos arbóreos Erica arborea y sobre todo Erica lusitanica. Si dicho matorral es cortado o incendiado es sustituido de forma espontánea por el prebrezal o el lastonar, y el pasto petrano en última instancia.

En el prebrezal atlántico dominan especies tales como el brezo (Erica vagans), la aulaga (Genista hispanica subsp. occidentalis), los lastones (Helictotrichon cantabricum, Brachypodium pinnatum, Sesleria argentea subsp. hispanica, Teucrium pyrenaicum, Helianthemun nummularium…) y, en áreas donde el sustrato sea levemente ácido, aparecerá la jara (Cistus salvifolius) con las argomas (Ulex spp.) y el helecho común (Pteridium aquilinum), e incluso el enebro (Juniperus communis). Los prebrezales atlánticos se instalan preferentemente en laderas calizas secas, con suelos poco desarrollado y con la roca siempre aflorante.

En todos los matorrales de este bosque, los hongos formadores de endomicorrizas, los pertenecientes a los Glomales, son omnipresentes. Sin embargo, en estas formaciones vegetales también podemos encontrar macromicetos saprobios y heliófilos como Agaricus campestris, Clavaria zollingeri, Clavulinopsis helvola, Hygrocybe nitrata, Hygrocybe ovina, Hygrocybe pratensis, Lepista caespitosa, Marasmius oreades, Tremellodendropsis tuberosa, etc.

encinar
Cuando en el terreno del encinar se cultiva
pino, por ejemplo, y no se mantiene, el
bosque natural, es decir, el encinar,
lentamente, va recuperando su hábitat
original. En la fotografía se puede observar
la etapa anterior al encinar, conocido como
matorral alto termoatlántico-madroñal.

A pesar de ser un ambiente excesivamente homogéneo, la fauna asociada a los encinares de Urdaibai aporta gran importancia ecológica a la Reserva de la Biosfera. La existencia de árboles adultos y viejos, y de un sotobosque rico y nutrido, garantiza la proliferación de invertebrados indispensables en la dietas de pequeñas aves insectívoras más o menos comunes en toda la zona boscosa, tales como el chochín (Troglodytes troglodytes), el petirrojo europeo (Erithacus rubecula) o la curruca capirotada (Sylvia atricapilla). La vegetación enmarañada y los agujeros y resquicios en las cortezas de los árboles permiten la nidificación de estas especies, por lo que están presentes en el encinar aunque no sean exclusivas del mismo.

El cárabo (Strix aluco) es la rapaz nocturna nemoral por excelencia en la zona, y precisa de agujeros grandes en los troncos para instalar su nido, ocupando en ocasiones huecos en paredes derruidas, siempre que estén rodeados de bosque. En los bordes del encinar y áreas con sotobosque rico en bayas, son también comunes diversas aves ubicadas en la zona, tales como el pinzón vulgar (Fringilla coelebs), el mirlo común (Turdus merula), el carbonero común (Parus major) o el herrerillo común (Parus caeruleus), que habitan todos los ambientes arbóreos de Urdaibai.

Sin embargo, entre las aves características de los encinares de Urdaibai podemos destacar el agateador común (Certhia bachydactyla), el arrendajo común (Garrulus glandarius), el reyezuelo listado (Regulus ignicapilus) y el carbonero palustre (Parus palustris). Dada la progresiva fragmentación y reducción de la superficie cubierta por bosques maduros en el País Vasco Atlántico, estas aves se hallan en franco retroceso en la región. En áreas rejuvenecidas del encinar merece la pena destacar la presencia de representante de una especie de carácter mediterráneo, la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala). Otra curruca, la rabilarga (Sylvia undata), caracteriza los bordes de estos bosques de Urdaibai así como los matorrales cercanos. El águila culebrera europea (Circaetus gallicus) encuentra en las horquillas de las encinas más remotas del bosque, el emplazamiento y la tranquilidad adecuados para construir su nido y criar a sus pollos.

animales en el bosque
No es fácil poder observar animales en el
bosque. Para determinar la existencia de uno
o de otro tipo de animal suele ser
conveniente fijarse en los indicios que dejan
sus acciones. Así, por ejemplo, en esta
fotografía se puede ver el árbol en que se
acicalan los jabalís (Sus scrofa).

Los encinares de Urdaibai albergan interesantes comunidades de mamíferos entre los cuales destacan la jineta (Genneta genneta), la garduña (Martes foina), el gato doméstico (Felis silvestres catus) dado que a menudo funciona como especie salvaje y el tejón (Meles meles). Entre los mamíferos más grandes que viven en Urdaibai, debemos citar dos especies de ungulados que han incrementado su número en los últimos años, el jabalí (Sus scrofa) y el corzo (Capreolus capreolus). Con el declive de los caseríos, el uso de los montes se ha visto alterado y los campos que antiguamente eran praderas y campos de labranza, ahora se han convertido en montes bajos, bosques o plantaciones, ofreciendo cobertura y refugio excepcionales. Los jabalís rápidamente se han adaptado a este nuevo entorno y gracias a su elevada tasa de fecundidad y a la ausencia de depredadores naturales que les acechen (como pudiera ser el lobo, Canis lupus) su población ha aumentado de forma notable. El corzo no se ha reproducido en la misma medida, pero aún así también ha colonizado la Reserva de Urdaibai con la ayuda de las reintroducciones realizadas hace ya más de 10 años. También aparecen aquí especies comunes en otros hábitats, tales como la ardilla (Sciurus vulgaris) o el zorro (Vulpes vulpes). Entres los de pequeño tamaño destacan los insectívoros como la musaraña de Millet (Sorex coronatus) y roedores como el topillo rojo (Clethrionomys glareolus), el ratón de campo (Apodemus sylvaticus) y el lirón gris (Glis glis). Un hábitat xérico como éste no ofrece posibilidades a los anfibios. Tan sólo en los enclaves más húmedos y frescos pueden habitar los sapos común (Bufo bufo) y partero (Alytes obstetricans). Entre los reptiles son comunes el lución (Anguis fragilis), el lagarto verde (Lacerta bilineata), la lagartija roquera (Podarcis muralis) y la culebra de Esculapio (Zamenis longissimus).

Un estudio exhaustivo de 2005 sobre los coleópteros fitófagos de los encinares cantábricos de Urdaibai ha revelado la diversidad faunística de este ecosistema. En este trabajo se citan al menos 195 especies, repartidas en 123 géneros diferentes, subrayando la importancia del encinar como un hábitat que alberga una elevada diversidad. Asimismo, este estudio destaca la presencia de especies de importancia faunística como el ciervo volante (Lucanus cervus) y el cerambícido C. cerdo, además de los coleópteros Cetonia aurata subsp. pisana y Netocia cuprea. Esta extensa investigación ha permitido citas de importancia, ya que de todas las especies encontradas se mencionan por primera vez 5 especies para la Península Ibérica, 17 para la CAV y 94 para la provincia de Bizkaia. Otra investigación señala la elevada diversidad de la familia Chrysomelidae, de la que se han encontrado 70 especies.

Los encinares cantábricos también soportaban desde hace siglos frecuentes incendios provocados para ganar terrenos de pasto al monte. Desaparecida la cubierta arbórea, el escaso suelo es lavado por las precipitaciones, abriéndose paso a la erosión. Pronto reverdecen los madroños, labiérnagos y zarzaparrilla evitando mayores pérdidas, pero desgraciadamente otras muchas especies de planta e invertebrados resultan diezmadas, y se pierde el equilibrio que cuesta décadas conseguir. En diciembre de 1989, tras un largo periodo de estiaje, se propagó un incendio en varios puntos de los encinares de Atxarre y Ereñozar que arrasó una gran proporción de los mismos, acabando con gran parte de su cobertura así como con la fauna asociada. Se perdieron 11 hectáreas de bosque que tardarán muchos decenios en recuperarse. Los reductos no afectados por el fuego cumplen el importante papel de servir de reserva genética para la recolonización de las zonas degradadas.

Dolina
Dolina recuperada entre el monte
Burretxagana y el paraje de Olagorta, en
Gautegiz Arteaga, que antaño fue vertedero
de basuras.

La utilización de dolinas como vertederos de residuos es una actividad altamente perjudicial tanto para el encinar como para los cursos fluviales en los que desagua el karst. Los vertederos incontrolados y otros como el situado al sur de monte Burrutxegana (Gautegiz Arteaga), hoy clausurado, contaminan los acuíferos y desequilibran las poblaciones de animales potencialmente carroñeros, tales como el zorro (Vulpes vulpes) o la rata campestre (Apodemus sylvaticus).

Los encinares cantábricos están declarados como Área de Especial Protección por la Ley 5/1989 de protección y ordenación de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai aprobada por el Parlamento Vasco.

En el año 2010 la Unión Europea, a propuesta del Gobierno Vasco, basándose en la aplicación de las Directivas europeas Hábitats (92/43/CEE) y Aves (79/409/CEE) declara a todo el conjunto de los encinares cantábricos de Urdaibai como Lugares de Interés Comunitario, actualmente llamado Zonas de Especial Conservación de los Encinares Cantábricos de Urdaibai.

Mapa de la Zona de Especial Conservación
de los Encinares de Urdaibai.

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Patrocinadores: Gobierno Vasco, Ayuntamiento de Gernika-Lumo y Reserva de la Biosfera de Urdaibai.