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Tras los enfrentamientos de las Hermandades de Gipuzkoa muchas casas torre fueron derribadas y en 1.457 Enrique IV dictó severas ordenes que impedían la construcción de nuevas torres. En 1.498 Fernando el Católico prohibió definitivamente el levantamiento de nuevas construcciones o la reconstrucción de las antiguas.

Al término del siglo XV y comienzos del XVI, acabaron las guerras de banderías. La pacificación del territorio hizo evolucionar el prototipo de Pariente Mayor, del guerrero, para dedicar sus esfuerzos principalmente al comercio. Seguirá definiéndose a sí mismo como “señor de la casa y solar tal o cual”; incluso sumará entre sus títulos el de ser “cabeza del linaje de su apellido o apellidos”. Pero pronto dejará de ser una referencia parental, excepto para los estrictamente inmediatos.


No sabemos si esta voluminosa tapia
de la casa torre Muxika era parte del
muro perimetral de la torre medieval,
o una cerca exterior de ella.
En cualquier caso, a principios del XVI
su espacio interior debió de quedar
vacío, y la mitad del mismo fue
ocupada por un palacio de gusto
renacentista, aunque con algunos
resabios góticos.

Por tanto, desaparecidas las guerras de banderizos y fortalecidos los núcleos urbanos la casa torre pierde su razón de ser como fortaleza defensiva. Algunas de las que quedan son desmochadas perdiendo sus pocos atributos militares y recortándoles la parte superior del edificio. Otras simplemente fueron demolidas. En lo que respecta al interior de las viviendas, éstas sufrieron numerosas alteraciones debido sobre todo a su armazón interior, que era prácticamente en su totalidad de madera.

Según el uso al que se destinarían en el futuro, las reformas efectuadas en las torres tendieron a dotarlas bien en un talante palaciego (Muxika), bien de un estilo agrícola (Madariaga, antes de ser convertida en el Centro de la Biodiversidad de Euskadi) o, también, de una mezcla de ambos. De ahí que, a veces, las casas torre vizcaínas parezcan en parte fortaleza, en parte palacio y en parte casa agrícola.

En la construcción de estos nuevos caseríos pacíficos, dice el arquitecto suizo Alfredo Baeschlin en su estudio sobre la arquitectura popular del caserío vasco "se emplearon materiales de antiguas casas torres ya demolidas, tales como puertas, ventanas, escudos u otros elementos".

En otros casos prosigue "es la misma torre que se va modificando, adquiriendo, poco a poco, aspecto de pacífico caserío".

Baeschlin concluye diciendo "ha quedado suficientemente demostrado cómo los siglos han transformado la casa fuerte del aldeano, levantada en tiempos de escasa seguridad, en pacífico y bello caserío. Ninguna de ellas ha perdido por completo su aire adusto y todas guardan vestigio de índole guerrera, sea su puerta de arco apuntado, provista de fuerte chapa de hierro y enormes cerrojos, ya unas aspilleras desde donde el aldeano podía tener en jaque al que se acercaba con malas intenciones a su hacienda".

Otras casas torre, tanto de la urbe como del campo, se reconvirtieron en Palacio Gótico. Éste aparece en Bizkaia a finales del siglo XV, coincidiendo con el final de las luchas banderizas. En ellas habitaran Parientes Mayores, comerciantes y granjeros acomodados.

En el siglo XIX, en el solar que ocupaba la casa torre Arteaga, el arquitecto francés Couvrechet construyó el castillo que aparece en la fotografía
En el siglo XIX, en el solar que
ocupaba la casa torre Arteaga, el
arquitecto francés Couvrechet
construyó el castillo que aparece en
la fotografía.

La fiebre constructiva del siglo XVI -rebasado ya el primer cuarto de siglo-, se debió a los momentos de prosperidad alcanzados por las nuevas clases sociales que habían emergido, ocupando puestos de relieve, y que, enriquecidos, hacían construir sus casas palaciegas tanto en las ciudades como en el campo.

La nueva vivienda, construida por el antiguo guerrero y el nuevo burgués, mantendrá reminiscencias de la antigua. Sin embargo, dejará atrás muchos defectos –la falta de luces- y le añadirá otras formas, destinadas a cubrir nuevas necesidades (granero superior sustituto del almenado). Pero tampoco querrá que su vivienda se asemeje a la de un labrador común; y para ello la quiso diferenciar del caserío típico; algunas formas de diferenciarse son: poca madera, mantenimiento de viejos esquemas (patín, arcos) que añadan impronta señorial, utilización de elementos cultos, considerable grosor en los muros (mayor que el de un caserío, aunque sin alcanzar el de las torres), alguna aspillera, escudo de armas...

Se trata de un edificio nuevo, que experimenta con varias formas, tomadas fundamentalmente, de la arquitectura existente en el entorno (torres, casas urbana, caserío), sin que consiga desembarazarse de los estereotipos existentes.

Este tipo de construcciones no tuvo tiempo para evolucionar porque, de los modelos góticos que utilizaba, derivó un edificio anacrónico que será, inmediatamente, reemplazado por otros importados, con formas castellanas o extranjerizantes..

Precisamente el siglo XVI coincide con el de máxima expansión y prosperidad de la cultura y de la burguesía castellana. En aquel siglo se vivió en Castilla una auténtica fiebre constructiva, cuyo eco, aunque con cierto retraso, se hace sentir en Bizkaia. El primer resultado es una mezcla de estilos, gótico y renacentista.

En la arquitectura civil, lo renacentista triunfó con rotundidad impresionante, más en un país normalmente tan poco permeable a los cambios.

Los nuevos usos supusieron, tanto en lo arquitectónico como en lo social, un cambio respecto a la etapa anterior, mucho más manifiesto en la arquitectura palaciega que en la religiosa o la rural. Ejemplo de ello es el Palacio Alegria (Gernika-Lumo).

En otros casos las adecuaciones fueron tan drásticas que se llegó a la sustitución de un edificio por otro (Arteaga), o sencillamente, lo desvirtuaron y ocultaron hasta tal extremo que hoy no presenta más interés que el estrictamente arqueológico (Kanala).

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